Análisis político: Tuneada
La única novedad que trajo CFK luego de dos meses de mutismo fue su renovada apariencia: agregó bucles y mucho pelo a una evidente peluca rojiza, vistió un pantalón de cuero negro ajustado y estrenó una cara sin ojeras, achinada, mofletuda y con la expresión comprometida. O, dicho en jerga menemista, la famosa avispa y el gato. Vale aclarar que no criticamos el estilo de la vice, lo resaltamos por sobre su cantinela de siempre. Esa cantinela plagada de auto referencias narcisistas y de un revisionismo de café.
No hay vez que, en aras de una supuesta explicación, no se pierda en relatos de hace 50 años o en tiempos que nada tienen que ver con el presente. De cualquier manera, todo desemboca en “fuimos los mejores”, pero en este cuarto desastre K no tuvimos nada que ver. La jefa no se aparta jamás de su papel de avezada comentarista externa. ¡Si tan solo fuera parte del gobierno para poder ayudarnos con su expertise!
La otra que juega de memoria es la confrontación con JXC y la elusión de Milei. Ya que financiaron tanto a la criatura, no va a ser ahora el momento de enterrarla. En varios aspectos, la exsenadora confía más en una presidencia de Milei que en una de “ventajita” Massa. Teme que se convierta en un Alberto, pero menos pelafustán, característica que lo volvería más peligroso.
Repasemos el máximo nivel de análisis al que llegó: “El problema es la economía bimonetaria. Ha perdido valor la moneda (debido a la mórbida emisión de pesos de su administración), hubo un altísimo nivel de endeudamiento (récord de esta gestión) y tenemos al Fondo como auditor (el necesario enemigo)”. Kirchnerismo one on one. Por fortuna, y solo porque la vice lee nuestra columna, no volvió a utilizar el gastadísimo y tragicómico: “Hay que alinear los salarios y las jubilaciones con los precios de los alimentos y las tarifas”.
CFK también se permitió una licencia de desprecio hacia nuestros mayores cuando, a propósito de los dólares que los argentinos guardan debajo del colchón, ejemplificó: “El otro día veía en las noticias: le roban 50 mil dólares a un jubilado. Matan a un jubilado por 200 mil dólares”. Más allá del mal gusto y su falta de sensibilidad, si existe un rasgo distintivo de la tercera edad es que no es acaudalada ni hucha. Además, no es la primera vez que retrata a los abuelos con malevolencia, basta recordar el caso del que quería regalarle unos dólares a su nieto y fue tildado de miserable por la viuda de Kirchner. De seguro, cuando se mira al espejo (luego de los tratamientos estéticos) no se percibe como la nona que hace colas en el banco. Obvio, ninguna nona recibe su millonaria jubilación.
“Hoy ya no es tener una casa. Hoy, no puedo alquilar”, se muestra indignada. Los jóvenes viejos de La Cámpora aplauden. Quizás, si el Senado no fuera la escribanía y el estudio de abogados que le tramita la impunidad judicial, el proyecto que modifica la ley de alquileres encontraría tratamiento en la cámara alta. Pero dejémoslo así, no seamos aguafiestas.
Lo bueno es que la hipocresía cenital se queda con ella.
Esteban Fernández