Análisis político: la marcha de las piedras. Un nombre, todos los nombres

Todo comenzó con una idea, un tweet de Ani Martino en el que sugería: “Habría que llevar una piedra por cada muerto por Covid a Casa Rosada y dejarla ahí. No tirárselas, dejarlas ahí”. Otro usuario, Maldita Comadreja, tomó esa sugerencia y la hizo imagen. A partir de ahí, se esparció como reguero de pólvora. Aparecieron nuevos dibujos, flyers, testimonios, voluntarios, y así hasta que la movida virtual cobró nombre, fecha y lugar. #MarchaDeLasPiedras #16A. Frente a la Rosada y la quinta de Olivos.
No hubo ni una bandera que no fuese celeste y blanca. No hubo las velas de la cofradía oficial. Hubo gente, como este redactor, que lloró frente a una piedra con el nombre de su mamá. Hubo un entierro colectivo. ¿Cuántos de esos miles no pudieron ser despedidos por sus familias? A cuántos se podría haber salvado. De eso se trató la marcha de las piedras. Toneladas de ellas frente a La Rosada y la quinta de las clandestinas. Frente a la hipocresía supina de un presidente que jodió a todo un país, que mintió hasta dinamitarse. Pensémoslo: casi la mitad de todas las víctimas de la pandemia argentina ocurrió durante los últimos cuatro meses y medio. 53.334. Da un promedio de 395 caídos cada 24 horas. Si el oficialismo no hubiese elegido las curas discrecionalmente, sesgados, ideologizados, hubieran podido iniciar mucho antes la campaña de vacunación más lenta de la historia. ¿Cuántos no hubiesen fallecido de contar con los 13 millones de Pfizer? De eso también se trató la marcha; de la negligencia del Estado. De no haber reconocido nunca que, por fanatismo, por la sinrazón de la geopolítica hubo que contar bolsas a granel.
Ahora, o en un futuro cercano, les tocará a ellos dar explicaciones. La marcha de las piedras también recordó eso.
Por: Esteban Fernández