Análisis: el sillón flaco del PJ
Luego de todo el manoseo, las impugnaciones, la intervención de la justicia y el dictamen de la junta electoral: CFK pudo hacerse de la presidencia del PJ nacional. El anuncio formal será el próximo diecisiete. En esa fecha se iba a realizar la interna a la que no calificó Quintela por irregularidades en los avales de su lista. O dicho en criollo: Cristina ganó en el escritorio.
Todo comenzó hace unos pocos meses cuando desde la usina de posverdad kirchnerista, el Instituto Patria, hicieron correr la bola de que existía un “operativo clamor” para que la ex vice de Alberto se hiciera cargo del PJ. Los medios reprodujeron la falsedad e insistieron hasta que llegó el momento del anuncio: Kirchner se postuló a la presidencia del justicialismo desde una carta que posteó en sus redes. A partir de ahí, se desataron las primeras escaramuzas. Por un lado, el peronismo federal, por otro, el kirchnerismo, y, esperablemente, un tercer jugador: Kicillof. El tema con el hijo putativo fue que no dio su apoyo explícito a la jefa y no contento con ese puñal, mandó avales a la lista de Quintela. Algo así como una doble traición. En La Cámpora y el Patria creen que cuando llegue el momento de la presidencial de 2027, Axel los traicionará nuevamente. Buscará corporizar el “cambio de guardia”, incluso si eso lo lleva a disputar los votos que comparte con su mentora. El supuesto capital simbólico.
No sería lo único fragmentado. El PJ que encuentra la nueva presidenta es el más flaco de la historia: Catamarca, Formosa, La Rioja, Tucumán, Córdoba y la Provincia de Buenos Aires. En esta última gobierna el traidor, en Córdoba funcionan independientes del kirchnerato. En La Rioja gobierna el opositor Quintela. Jaldo en Tucumán y Jalil en Catamarca ya fueron seducidos por las fuerzas del cielo. Solo le queda la feudal Formosa y algunas intendencias del conurbano. Muy poco hándicap para autoproclamarse “la figura de la oposición a Milei”. El ideal sería un panperonismo formado por unos pocos compañeros de ley, kirchneristas, radicales conversos, la izquierda servil y alguna minoría de choque. Y todas esas voluntades, todo ese andamiaje que nunca llegará a confluir detrás de un objetivo primordial: blindar políticamente a CFK frente a la confirmación de su primera condena a prisión.
Esteban Fernández