Análisis: a Seguro lo llevaron preso (parte II)
Imaginen lo desastroso y mediocre de la presidencia de Alberto Fernández que incluso jugando en el peronismo no le dio el hándicap para ir por la reelección. Dado el rechazo de propios y de extraños, después del 10 de diciembre se autoexilió en el viejo continente y si bien regresaba ocasionalmente, había elegido pasarla lo más desapercibido posible. Ese plan se fue al cuerno hace un par de meses cuando el juzgado de Ercolini lo acusó de favorecer a sus amigos brokers en una maniobra multimegamillonaria de intermediarios que no hacían falta.
En el discurrir de la causa inhabilitaron sus bienes mientras él se apegaba, como otras veces, a la estrategia del desentendido. Luego, y como seguía haciéndose el opa, lo conminaron a que nombrara un abogado. Ahora, que le empezó a molestar el cuello de la camisa y la corbata le aprieta más de la cuenta, salió a hablar públicamente. Sobre las acusaciones, sostuvo que se tratan de “un invento absoluto”. Y especificó: “El decreto que me llegó a mí tenía un artículo tercero que decía que en caso de que el seguro lo hiciera necesario podía intermediar un broker en la contratación. Yo lo eliminé”.
Resulta falso y patético que el expresidente diga que le “llegaban” decretos como si existiera una entidad superior que los redactaba y él solo ponía su rúbrica. En materia de seguros, dada su experiencia como superintendente de Seguros de la Nación durante el menemismo, nadie pergeñaba nada que no fuera él. Suena sospechoso que recuerde con tanta nitidez el tercer artículo de uno de los 177 DNU que firmó. Y más falaz aún que haya eliminado la intermediación. Por otra parte, deja entrever su estrategia judicial: “Yo eliminé ese inciso, si a posteriori alguien incurrió en un cambio, no lo sé”. Así de pueril. Aunque no tanto como la primera excusa que utilizó cuando el escándalo recién asomaba: Macri. Según Alberto, el decreto había sido firmado por su antecesor y él lo sacó de circulación. Una mentira tan improvisada que no dio ni para alimentar a los medios kirchneristas. Después vino la versión remozada de mi querida Fabiola: “Yo no pedí por nadie y si lo hizo mi secretaria se extralimitó”. Clásico Fernández.
Para darnos una idea del daño, se calcula que la jugada le reportó al circo de los mediadores innecesarios unos 20.000 millones de pesos. Y todo a partir de una ingeniería específica que desarrolló un avezado conocedor del mercado de seguros.
Si alguien le pregunta al anterior Ejecutivo, contestará con la frase de un niño: Yo no fui.
Esteban Fernández