Análisis político: las clandestinas de Alberto

Antes de que el Ejecutivo, la parte masculina del binomio presidencial, saliera a explicar el trepidante escándalo de los festejos en Olivos, se decía que Fernández “sorprendería con sus declaraciones”. Algunos incluso fantaseaban con la posibilidad de que se autodenunciara por violar flagrantemente el ASPO (aislamiento social preventivo y obligatorio) que él mismo había decretado. O dicho con literatura: tendría un inusual gesto de grandeza.
Ahora bien, que el mandatario haya culpado a la primera dama, y si le daban más tiempo hubiese arremetido contra el fallecido Meoni (como hizo para zafar de lo de “el chino”), no lo exime de haber violado su DNU y que le quepa, al igual que a los otros once concurrentes y a miles de argentinos, las de la Ley. A saber: el art 205 del código penal advierte que “será reprimido con prisión de 6 meses a 2 años el que violare las medidas adoptadas por las autoridades competentes para impedir la introducción o propagación de una epidemia”. Amén del agravante que le pesa por ser la cabeza del país. Entonces, aunque él reconozca su error por transitividad (ya que en realidad culpó a Yáñez) o que el nieto versión limitada de Cafiero lo defienda con puerilidades como “el presidente no jodió a nadie”; la verdad es que sí jodió. Jodió a toda una sociedad que se recluía porque la cuarentena no daba tregua. En realidad, lo que no daba respiro eran las restricciones y la severidad con la que el gobierno regía sobre la sociedad. Y fue tanto el abuso, bajo la excusa de “cuidarnos”, que se cobraron con vidas (todos los muertos de la brutalidad policíaca estatal), impusieron campos de aislamiento, no dejaron que despidiéramos a los nuestros y vetaron los festejos que ellos sí tuvieron. Así que sí: nos jodió la vida. Ahora, es el turno de que la justicia, las urnas y la política lo jodan a él.
Con la olla de las clandestinas ya destapada, el temor del Ejecutivo adquiere nuevos matices. ¿Y si aparecieran fotos del cumpleaños de Alberto? Se sabe, por los registros de la quinta, que hubo jolgorio. Es más, uno de los participantes fue el empresario taiwanés al que el profesor tildó de chino. ¿Y si se descubriera qué ocurrió el 16 de agosto de 2020 detrás de los muros de la residencia? Ese día se registró solamente la entrada de cuatro mozos; ningún otro nombre. La sospecha que se investiga es que también ocurrió un festejo prohibido, el más pornográfico de todos. Es por esa espada de Damocles, que amenaza con sepultarlos definitivamente, que el músculo de la inteligencia estatal trabaja frenéticamente en la revisión de todos los encuentros que ocurrieron en Olivos durante la cuarentena dura; investigan posibles fugas de información, leen correos, patrullan la social media, contactan a invitados para recordarles que ninguno debe faltar al pacto de silencio, a la complicidad. Así de desesperado.
Para dimensionar el daño que le ocasiona a la investidura, y lo mefistofélico del proceder presidencial, alcanza con citar sus palabras 48hs. antes de reconocer la violación de su DNU. “No hubo tales reuniones”. Y así, el jefe de Estado llega al colmo de la mitomanía. Vale recordar que, para ese entonces, ya circulaba la primera foto del cumpleaños de Fabiola. Sin embargo, Fernández insistía con la postura del sinvergüenza.
Pese a que CFK ya bajó la orden de cajonear las clandestinas en Olivos, el tema se abatirá sobre las PASO y las legislativas. Algunos analistas consideran que lo peor está por verse. Que el presidente haya negado conocer (más que ocasionalmente) “al chino”, pese a sus reiterados ingresos a la quinta y múltiples contratos con el Estado, habla de una línea investigativa que Fernández no tiene interés de que prospere. Tanto le importa, que cometió la bajeza de culpar a un muerto. No es para menos, nadie quiere convertirse en el próximo Boudou.
Por: Esteban Fernández