Análisis Político: ningún candidato del Frente de Todos mueve la aguja
Hace unos pocos meses, cuando el oficialismo inventaba razones estrafalarias para postergar o suspender las PASO, dijimos que La Cámpora no quería disputarle mano a mano (en elecciones abiertas) las candidaturas de la PBA a los barones del conurbano. En ese entonces, desde la organización liderada por el hijo de la vice, decían estar ansiosos por participar de las primarias. El tiempo le despejó el camino a la verdad: Máximo K asumió en silencio la presidencia del PJ provincial (después de varias escaramuzas judicializadas) y a dedo, junto a su madre, incluyeron los candidatos de la facción propia en los sitios clave de las listas. Las demás agrupaciones que conforman la coalición del FDT deberán conformarse con las sobras, lo secundario.
Cabe preguntarse por qué el FDT demora hasta último momento para confirmar a sus favoritos (el lapso expira mañana). La respuesta se esconde a simple vista: no tienen candidatos de fuste. Al menos, no en CABA, y tampoco en la Provincia. Ninguno de los que acabe siendo bendecido por la Vice mueve realmente el amperímetro de votos. Gollán, el jinete del apocalipsis Covid, un tipo que ha hecho del terror a la enfermedad su misión de vida. ¿Cuántos votos puede traccionar? Cafiero Junior, el de las prestaciones limitadas, un ilustre desconocido de la política hasta hace un año. ¿En qué mundo justicialista puede convertirse en una figura arrolladora? Victoria Tolosa Paz; por la única razón que CFK no la vetó es porque la encuentra parecida a ella (físicamente) cuando era joven. Su poder de fuego, casi nulo entre los votantes, la equipara con Cafiero nieto. Y así se puede diseccionar a cualquier otro sustantivo propio que aparezca y no moverá la aguja; porque los verdaderos candidatos, los que estarán detrás de las caras sonrientes de las boletas, serán CFK y Kicillof. Ellos son los adalides del proyecto. Los que tienen (tenían) los votos.
Aparece ahora una certeza subyacente, al Ejecutivo (la parte que decide) se le hizo cuesta arriba para encontrar soldados que estuviesen dispuestos, de buenas a primera, a jugarse la parada electoral. Saben que las apuestas no los favorecen. Por más que trabajen solamente sobre el “éxito de la vacunación” como mensaje, hay no menos de cuatro temas más prioritarios en la mente de los argentinos: la inflación, el desempleo, la inseguridad y la educación. Después, bastante lejos, viene la pandemia. Y en esas áreas de interés, el oficialismo atrasa fiero. No tienen manera de amañar las cifras. 50% de inflación interanual, más de 42% del país es pobre. El desempleo tocó el 11% (el más alto índice, al finalizar un año, desde 2004). Todo ese boletín de reprobados con dedicación insuficiente no puede ser torcido por ningún relato; (a menos que hagan la del último mandato de la vice y fragüen las estadísticas de inflación y pobreza). De ahí, que los “pre” no son tontos y antes de jugarse una ficha que pueda conducir al desastre, siempre piden algún tipo de seguro. O dicho en coloquial ¿qué hay para mí si perdemos por muerte? Factiblemente, lo que haya sea un sutil destierro, (y también lo saben, aunque no están familiarizados con el oxímoron), pero tienen la esperanza vana (y la pueril ilusión) de que cualquiera sea el outcome, ellos saldrán bien parados. Por ello, es que finalmente aceptan candidatearse.
El speech de convencimiento que incorporan los ungidos pivotea sobre la idea de que incluso con un fracaso en las PASO, hay tiempo hasta noviembre para torcer la suerte. Dicen que el plan de vacunación más tortuoso de la historia ya habrá rendido sus frutos y, asumen, que el electorado (mucho más empobrecido y brutalizado) optará por la lista de siempre. Claramente una subestimación del votante que hará la caída aún más estrepitosa. Detrás del decorado, el oficialismo reconoce, a regañadientes, que, si pierden diez puntos en PBA y se sitúan en el 40% de aprobación, igualmente sería un “éxito” (imaginen lo bajo de las expectativas propias). Otros, vaticinan que el gobierno rondará los mínimos históricos de apoyo: de un 30% a un 35%. Ahí se encienden las alarmas. No hay coalición que resista 20 puntos de merma. No si quieren gobernar con el autoritarismo (y por decreto) que el movimiento K aspira.
Alberto es harina de otro costal. Él sabe que la derrota recaerá sobre su figura sin importar cuál sea la figurita crucificada en los comicios. Su administración de la pandemia y la destrucción sistemática de la economía ha sido la más terminal de nuestra historia. Quizás, quede satisfecho si logra que a Cafiero junior no lo manden al leprosario de los candidatos. Y así, con alguna otra batalla menor para incorporar algún nombre de su riñón. Muy deslucido consuelo para el hombre que ya no puede jactarse de andar por la vida lo más campante. Ahora, solo camina con cerrojo de seguridad.
Por: Esteban Fernández