Análisis: por el milagro
Es probable que la última elección sin fraude que recuerde Venezuela sea aquella de 2012 que coronó a un agonizante Hugo Chávez por sobre Henrique Capriles, la diferencia del ganador rondó los diez puntos. Antes de iniciar su cuarta presidencia (había comenzado en 1999) el ex militar falleció de cáncer.
En 2013 se volvió a las urnas para definir quién iría en lugar del líder que no estaba. Su delfín, Nicolás Maduro, compitió contra Capriles. Esta vez, la brecha fue de un punto y medio en favor del futuro dictador. La oposición, previa denuncia de irregularidades, pidió el recuento de los votos. Sin embargo, la Comisión Nacional Electoral poco se despeinó por la presión de los organismos de control y no habilitó ninguna auditoria. Y así fue como el que decía oír a Chávez en un pájaro silvestre llegó a la presidencia.
En 2018 el cada vez más obeso Maduro, en oposición al pueblo hambreado, ganó en otra elección peculiar un período más al frente del Ejecutivo. Pese a que los guarismos económicos le daban pésimo y la crisis y la represión eran inocultables, obtuvo el 60% de los que votaron.
En 2019, ungido por la Asamblea Nacional (Parlamento con mayoría opositora), apareció un poco conocido Juan Guaidó como presidente encargado. La consigna que repetía a modo de oración era: “Cese de la usurpación (desconocía la legitimidad de las elecciones del año anterior), gobierno de transición y elecciones libres”. Coincidentemente con la designación de Guaidó, Venezuela vivió un levantamiento cívico (militar) durante los primeros meses de 2019. La escalada, antes de ser sofocada por el oficialismo de facto, dejó marchas y movilizaciones de toda clase y centenas de muertos, de apresados y de torturados.
Para diciembre de 2022, la Asamblea Nacional dio por finalizado el gobierno interino de Guaidó. No había cumplido aquello que se había propuesto: el final de la usurpación y las dichosas elecciones libres. Se volvió administrador burocrático de un Estado que no gobernaba. Así de imposible.
Ahora, con otros actores en la oposición, se repite el alzamiento de 2019. El 84% del pópulo es pobre y está más desencantado y beligerante que cuatro años atrás. La dictadura viene con experiencia en sojuzgar roscas sociales y tiene a Diosdado Cabello en puestos ejecutivos para infundir terror. Sin dudas, una contienda despareja, pero con epílogo abierto.
Frente a ese horizonte solo queda la voluntad, perseverar en el ser.
Hasta la caída del régimen siempre.
Por: Esteban Fernández