Análisis: victimización uno a uno
Que CFK aclare, a raíz del monstruo Alberto, que “la misoginia, el machismo y la hipocresía, pilares en los que se asienta la violencia verbal o física contra la mujer, no tienen bandera partidaria y atraviesan a la sociedad en todos sus estamentos”, no es otra cosa que el reconocimiento tácito de que el peronismo es el sitio donde los violentos, los asesinos, los violadores y los corruptos más a gusto se sienten. De otra manera, la exvicepresidenta no hubiese hecho la aclaración sobre la “bandera política”.
El sentido común indica que los viles y los infames atraviesan todas las capas sociales. Sin embargo, el caldero de la peor estofa los tiene a ellos de dueños. Cristina involucra al resto de la sociedad para menguar la carga propia (kirchnerismo one on one). Ahora bien, desde la violación y asesinato de María Soledad Morales, pasando por el clan Sena, recalando en Alperovich, Espinoza y el senador camporista Romero (entre otros), hasta el animal Alberto, todos son parte del PJ. Nadie cuestiona la transversalidad de la violencia y del mal, pero sin lugar a duda el peronismo se lleva la mayoría de los números; y eso habla de la excreción que los constituye.
“Alberto Fernández no fue un buen presidente. Tampoco lo fueron Mauricio Macri o Fernando De La Rúa”, escribe la ex primera dama de Néstor al inicio de su mensaje vía X. A esta altura ya debería saber que comparar el cuarto gobierno K con cualquier otro no hace más que traer a la mesa que el binomio Fernández fue el peor de todos. De eso no hay ah, pero Macri o ah, pero De La Rúa que los libere. Ya es vox populi. Además, qué peor libro Guinness histórico que una mandataria y su vice condenados.
Para el final de su tweet, Cristina se victimiza a través del recuerdo de su atentado y no se solidariza con Yañez más que tangencialmente. Hay quienes refieren que la jefa no perdona la falta de empatía, en términos de sociedad, que despertó su intento de asesinato. Percibió más indiferencia y silencios de los que esperaba. A partir de ahí, ya no fue lo mismo con la militancia, no solo en términos de seguridad, sino en la mística que se quebró. No podía estar segura ni con los pibes para la revolución. Aunque todo fuera una farsa para la tribuna.
A todo esto, el hombrecillo gris que nunca quiso ser presidente comenzó la operación limpieza de imagen. Resulta que Yañez, de borracha perdida, lo golpeaba y él se defendía tomándola de los brazos, de ahí los moretones. Él fue la víctima de violencia. En relación con el ojo morado, habría sido el resultado de una operación estética. Veremos qué nuevas narrativas sacará de la chistera cuando aparezcan las siguientes atrocidades. Por lo pronto, el féretro que es hoy el kirchnerismo no sale del shock, como dice Kicillof.
Pero no es más que palabras fuera de tiempo, cómplices y encubridores.